El agronegocio y su práctica de sobre-explotación de la tierra genera emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) de varias categorías aportando entre el 45% y 57% de las emisiones a nivel global, hecho que hace del rubro un importante factor del cambio climático. Este importante porcentaje de GEIs es además producido en su mayoría en los países desarrollados y una gran parte del restante se produce para satisfacer las necesidades de consumo agropecuario de estos mismos países.
La lógica mercantilista del agronegocio desatiende el derecho a una alimentación equilibrada alentando prácticas que producen el cambio climático, el cual es un importante factor que afecta negativamente a la soberanía alimentaria pues hace cada vez más difícil la disponibilidad y acceso a los alimentos, y la estabilidad de producción. Lastimosamente, las propuestas técnicas que hasta ahora se han ido proponiendo como soluciones, se han orientado a agravar más el problema y las agriculturas más ecológicas y respetuosas de la Madre Tierra que han demostrado ser una opción que tiende a enfriar el planeta de manera significativa, hasta ahora no han sido consideradas y, peor aún, han sido destruidas por el modelo del agronegocio vigente.Entonces, ¿cuál es el impacto del cambio climático en los sistemas de producción, la biodiversidad agrícola y, a su vez, la soberanía alimentaria? ¿Cómo podemos cambiar la lógica mercantilista y sobre-explotadora de la Madre Tierra embanderada por el agronegocio, que no reconoce el derecho humano a una alimentación equilibrada y que destruye otras prácticas y modelos de agricultura que aportan a mitigar el cambio climático? ¿Cómo recuperar y fortalecer las formas de agricultura y consumo local, ecológico y respetuoso de la Madre Tierra que aportan a solucionar el cambio climático? ¿Cómo mitigar el cambio climático a través de cambios en el modelo agrícola, garantizando la soberanía alimentaria de los pueblos y los derechos propios a la Madre Tierra?
Este grupo tiene el objetivo de analizar la problemática actual del agronegocio y el cambio climático para culminar una propuesta de agricultura basada en la soberanía alimentaria que priorice los derechos del ser humano a una alimentación equilibrada y los derechos de la Madre Tierra, para enfrentar el cambio climático.
Objetivos del grupo en términos de debate y producto
Analizar el impacto del agronegocio y las propuestas de agricultura ecológica, complementarias con la Madre Tierra, en la crisis alimentaria y de cambio climático.
Analizar la incidencia del cambio climático en la crisis alimentaria.
Analizar la incidencia del cambio climático en el ciclo hidrológico y productivo.
Evaluar las propuestas tecnológicas que se han presentado en el marco de las negociaciones internacionales sobre el clima ligadas a la agricultura.
Elaborar una propuesta de agricultura basada en la soberanía alimentaria que priorice los derechos del ser humano a una alimentación equilibrada y los derechos de la Madre Tierra, para enfrentar el cambio climático.
Principales cuestiones a discutir por el grupo
- ¿Cuál es la incidencia que ha tenido el agronegocio y el actual sistema mundial de alimentos basado en una visión mercantilista, en la generación de gases de efecto invernadero y en la inseguridad alimentaria?
- ¿Cuál es la incidencia del sistema de consumo desmedido y no responsable de alimentos en la generación del cambio climático?
- ¿Qué riesgos representan nuevas tecnologías, como transgénicos, cultivos “resistentes al clima”, semillas suicidas (Terminator), biología sintética, geoingeneiría, agrocombustibles de segunda generación y otras propuestas que se presentan como “soluciones técnológicas” al cambio climatico?
- ¿Cuál es el impacto del cambio climático en el ciclo hidrológico y cómo afecta esto en el ciclo productivo?
- ¿Cuáles son las propuestas relacionadas a agricultura que se han presentado como respuesta al cambio climático en los foros de la comunidad internacional y particularmente en el marco del Convenio Marco de Cambio Climático?
- ¿Qué significa meter a la agricultura y suelos como “sumideros de carbono” en el comercio de carbono?
- ¿Sirven estas propuestas como respuesta para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero? ¿Qué impactos tendrán en el futuro?
- ¿Cuáles son las potencialidades de las agriculturas campesinas /indígenas centradas en prácticas agroecológicas, en el cuidado del suelo, el agua y las semillas, la diversidad de cultivos y otros aspectos como el consumo responsable de alimentos, para responder al cambio climático y alimentarnos? ¿Qué papel tiene la agricultura urbana, familiar y comunitaria?
- ¿Cómo deberían enmarcarse estas propuestas en las futuras negociaciones internacionales sobre cambio climático?
- ¿Cuáles son las amenazas del cambio climático para la soberanía alimentaria de la población local y mundial?
- ¿Cómo lograr, a través de la solución al cambio climático, el derecho universal a una alimentación equilibrada, adecuada y saludable?
- ¿Cuáles son las amenazas del cambio climático para la producción agrícola?
Antecedentes
1. El agronegocio y su impacto en el cambio climático
La agricultura industrial es aquella que se ha generalizado en el mundo como el modelo agrícola a seguir. Lastimosamente, lo ha hecho desde una perspectiva de producción orientada al mercado y no así a satisfacer las exigencias de alimentación del ser humano y de equilibrio de la Madre Tierra. Así, el agronegocio es el centro motor de la producción de alimentos, desde una visión totalmente mercantil dirigida a generar capital y a devastar otras prácticas y modelos de agricultura más equilibrados con la Madre Tierra y los derechos humanos.
Desde esta perspectiva, el agronegocio se ha convertido en una de las causas principales del cambio climático debido a sus prácticas de sobre explotación de la tierra que producen la depredación de nutrientes y materia orgánica, incitando al cambio de uso de suelos y uso excesivo de derivados petroquímicos
El aporte de gases de efecto invernadero de este tipo de agricultura va de un 45 a un 57% del total si se consideran la totalidad de emisiones del sector, desde los propios procesos agrícolas (monocultivos industriales con alto consumo energético y uso de insumos petroquímicos) a las generadas por el procesamiento y transporte, degradación de suelo, deforestación y los gases producidos por la ganadería industrial. http://www.grain.org/biodiversidad/?id=455
Este cálculo se basa en una gran cantidad de fuentes que están en la página http://www.grain.org/go/climatecrisisrefs y se desglosa de la siguiente manera:
- Las actividades agrícolas son responsables de un 11 al 15% de GEIs.
- El desmonte y la deforestación causan entre un 15 y 18% de GEIs.
- El procesamiento, empaque y transporte de alimentos provoca entre un 15 y 20% de GEIs.
- La descomposición de las basuras orgánicas causan de 3 a 4% de la emisión de GEIs. www.grain.org/o/?id=95
Debido a su característica mercantil, este modelo se orienta a controlar el mercado de alimentos mediante la limitación del acceso de los alimentos de acuerdo a la capacidad adquisitiva, convirtiendo a la buena alimentación en un bien caro. Por este motivo, responde a las necesidades y condiciones del sistema consumista que sostienen los países desarrollados, siendo esta una de las razones por la que estos países son los que más gases de efecto invernadero producen. http://www.twnside.org.sg/title2/climate/briefings/Bonn03/TWN.BPjune2009.bonn.02.doc. Al mismo tiempo que aniquila las posibilidades económicas del acceso a alimentos, controla el mercado mediante la deconstrucción de los sistemas productivos locales. Así, se destruyen las economías locales y se desplazan campesinos e indígenas de sus territorios –quienes producen la mayor parte del alimento en los países subdesarrollados y alimentan especialmente a los pobres–. Consecuentemente, se da la pérdida de la base de nuestra alimentación y se expande la hambruna para millones de personas. http://www.grain.org/articles/?id=40
Con esto se dificultan los procesos de soberanía alimentaria que implican el derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierras, agua y la producción de alimentos, garantizando, a través de una producción agroecológica, local y culturalmente apropiada, el acceso de los pueblos a alimentos suficientes, variados y nutritivos en complementación con la Madre Tierra y profundizando la producción autónoma de cada nación y pueblo. Y lo que sucede es lo contrario, la alimentación se ha convertido en un negocio mercantil y esta visión se está profundizando, en lugar de enrumbar la situación y luchar por el legítimo derecho universal a la alimentación equilibrada para todos.
Siendo más específicos, debemos apuntar que el cambio climático que surge de este modelo de agricultura afecta y va a seguir afectando la disponibilidad de alimentos, la accesibilidad a los mismos y la estabilidad de los sistemas de producción, y, por ende, a la salud humana. http://www.fao.org/forestry/15538-0-0.pd. De este modo, el cambio climático afecta la estabilidad de la balanza agrícola, es decir que ya no se produce la cantidad de alimentos proporcional al crecimiento poblacional y sus necesidades alimentarias en muchos de los países subdesarrollados. Cada vez hay menos tierras para producir alimentos y cada vez hay más población. Esto se da por los excesos de la producción agroindustrial orientada al negocio y no a la satisfacción de los derechos humanos y de la Madre Tierra. http://www.plataformaenergetica.org/system/files/cambioclimático.pdf
Tenemos por ejemplo que en los últimos 50 años, el uso masivo de fertilizantes químicos y otras prácticas insustentables de los grandes del agronegocio han causado una pérdida promedio de 30 a 60 toneladas de materia orgánica por cada hectárea de tierra agrícola, convirtiéndola en tierra infértil. http://www.grain.org/go/climatecrisisrefs
1.1. Concentración de los medios de producción
La concentración de tierras y de los sistemas productivos, fenómeno propio de la lógica mercantil de la agroindustria, aumenta la vulnerabilidad de la población mundial ante el cambio climático. Tenemos por ejemplo que el agua está, en un 70%, en manos de dos grandes corporaciones: VIVENDI y SUEZ. Los transgénicos son parte de un paquete tecnológico que trata de insertar todos los sistemas de producción en manos de grandes corporaciones que tienen el control monopólico de las semillas, con lo que controlan el negocio agrícola. http://www.ecoportal.net/content/view/full/72084,http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/46593. 32 cadenas de supermercados controlan el 34% del mercado global de distribución de comestibles. Las 10 mayores corporaciones de agroquímicos controlan el 84% del valor del mercado de agroquímicos mundial. Finalmente, 10 corporaciones obtienen el 55% del valor del mercado mundial de semillas y controlan el 64% del mercado mundial de semillas patentadas.
1.2. Los impactos hacia el agua
Las consecuencias del cambio climático en la capacidad productiva de la tierra están relacionados directamente con el efecto negativo de éste hacia el elemento hídrico. Tenemos por ejemplo que el cambio climático afecta los ciclos hidrológicos en tanto el agronegocio no respeta la capacidad de recarga de acuíferos por lo que se reduce la capacidad de absorción de los suelos, además que destruye fuentes de agua. Así también, se da que el 70% de agua dulce disponible es utilizada por este modelo de agricultura.
2. Las soluciones tecnológicas planteadas hasta ahora para enfrentar el cambio climático apuntan a mantener el agronegocio y a anular el control del Estado
En las negociaciones de Naciones Unidas sobre cambio climático, las consideraciones sobre agricultura y pecuaria están dirigidas fundamentalmente a legitimar a la agroindustria y su lógica mercantil, como generadora de sumideros de carbono y, por lo tanto, como mitigadora del cambio climático. Lo que se alega es que los cultivos (que se desarrollan en grandes extensiones de tierra que ha sufrido un cambio de uso de suelo y que utilizan agroquímicos, y otros generadores de GEIs) extraerían y almacenarían carbono de la atmósfera; alegación totalmente contradictoria y errónea. http://www.econexus.info/pdf/Agricultura%20y%20Cambio%20Climatico%20completo.pdf
Las mismas empresas que contaminan y generan gases de efecto invernadero proponen como “soluciones” más problemas: monocultivos de biomasa para quemar y cobrar créditos de carbono (biochar), cultivos transgénicos “resistentes al clima”, tecnología “terminator” (para hacer semillas y animales estériles en segunda generación) y otras medidas de alta tecnología y patentadas. Detrás de estas falsas soluciones se oculta un único objetivo: avanzar en la privatización de la naturaleza para lograr el control absoluto de parte de las corporaciones de los negocios agrícolas y así generar capital y controlar nuestras vidas. http://www.etcgroup.org/es/node/709
Además que con la consigna de la adaptación al cambio climático, las mayores empresas mundiales de semillas y productos agroquímicos están acumulando centenares de patentes monopólicas sobre genes de plantas, que luego pretenden comercializar como cultivos modificados genéticamente para resistir presiones ambientales tales como sequía, calor, frío, inundaciones, suelos salinos y otras. Con esto están sentando el camino para poder apropiarse de la canasta de fondos que se creará para mitigar el cambio climático y, consecuentemente, para continuar con el sistema de control de las grandes corporaciones que no permitirá un cambio sistémico que verdaderamente permita solucionar el cambio climático en un marco de el equilibrio alimentario, social, cultural y económico en el mundo. Como vemos, seguimos con la lógica del negocio. http://www.etcgroup.org/es/node/695
2.1. Los agrocombustibles
Los agrocombustibles se promocionaron como una respuesta al cambio climático que además ofrecía un sustituto frente al próximo agotamiento de los combustibles fósiles, cuando, en realidad, llegaron para conservar la hegemonía de las petroleras y la industria automotriz.
Por un lado, la magnitud de la producción agrícola para cultivos de agroenergía provocará: escasez y contaminación del agua, degradación del suelo, agotamiento de los nutrientes y pérdida de la biodiversidad silvestre y agrícola, la ampliación de la frontera agrícola y secado de pantanales. En este caso, no son sumideros de carbono. Y por otro, debido a su orientación al mercado, generan migración de cultivos alimenticios hacia cultivos de agroenergía, pues estos últimos generan más ganancias, afectando directamente el derecho a una alimentación adecuada y respetuosa de la identidad de los pueblos. http://www.grain.org/biodiversidad/?type=41
2.2. Tratados de libre comercio
En el contexto del agronegocio que hemos venido exponiendo basado en la concentración del poder en algunas corporaciones, tenemos a los tratados de libre comercio que son instancias en las que se imponen importaciones sin mecanismos de control, regulación ni planificación que le den a los estados la posibilidad de definir sus propias políticas agrícolas orientadas a mitigar el cambio climático. Muy por el contrario, a través de estos tratados se generan mecanismos de dependencia de los monopolios del agronegocio y de sus paquetes tecnológicos y productivos agrícolas, los cuales se introducen con sus propias prácticas y lógicas mercantilistas y erosionan la autodeterminación de los países y los pueblos.
La participación del Estado en el control del agronegocio es inexistente y todas las soluciones propuestas para mitigar el cambio climático lo desestiman con la intención de dar rienda suelta a las grandes corporaciones que manejan la cadena de producción agrícola para continuar sus negociados, con lo que se hace a estos países más vulnerables a los efectos del cambio climático.
3. Agricultura y soberanía alimentaria con identidad para enfriar el planeta
Según lo hasta ahora anotado sabemos que es indispensable cambiar el enfoque y las prácticas del sistema de alimentación y poner los derechos humanos y los de la Madre Tierra por sobre los derechos del mercado. Mientras esto no se haga, el afán de lucro siempre justificará cualquier práctica destructora del equilibrio alimenticio del ser humano y del equilibrio del medio ambiente, alentando el cambio climático.
Para lograr mitigar el cambio climático desde la agricultura es indispensable, en primer lugar, el control estatal para que los estados puedan controlar, regular y planificar la producción alimentaria en términos de mitigación del cambio climático, para satisfacer las exigencias locales de alimentación antes que la exportación y salir de la dependencia hacia las grandes empresas que concentran la cadena de producción agrícola e imponen paquetes tecnológicos importados que incitan a la producción de GEIs.
En segundo lugar, debemos incorporar, valorizar y desarrollar técnicas agrícolas sustentables que ya existen y luchar contra la desvalorización y destrucción de las mismas. La agricultura campesina e indígena y las prácticas agroecológicas han demostrado ser insumos importantes para la solución al cambio climático. http://www.etcgroup.org/es/node/4952. Tenemos por ejemplo recientes investigaciones que muestran que recuperando materia orgánica del suelo, colocando a los mercados locales en el centro del sistema alimentario, manteniendo y recuperando las semillas nativas y criollas, deteniendo el desmonte y la deforestación y terminando con la producción concentrada de carne al tiempo que se generan sistemas diversificados que integren la producción animal y vegetal, se podría lograr una reducción de hasta tres cuartas partes de las actuales emisiones globales de gases invernadero.www.viacampesina.net/downloads/PAPER5/SP/paper5-SP.pdf También las prácticas agroecológicas campesinas e indígenas aumentan la materia orgánica promedio por hectárea, la cual permite capturar y retener mayores cantidades de agua.
En tercer lugar, debemos enfocarnos a mejorar las prácticas productivas agroindustriales frenando su avanzada de control del mercado de alimentación y poniendo los derechos de alimentación del ser humano en primer lugar y, de modo importante, desde una perspectiva de respeto a los derechos de la Madre Tierra y de soberanía alimentaria.
Que quede claro que una visión que priorice los derechos humanos a la alimentación también puede aportar al cambio climático si no se cambia la visión de producción basada en la destrucción de la tierra y en la producción de alimentos no nutritivos. Por esto es crucial el enfoque de la soberanía alimentaria orientado a producir en equilibrio con la Madre tierra, alimentos nutritivos y con autonomía de los pueblos y, por ende, identidad.
Es necesario comprender que no se trata de “absorber emisiones” o aplicar nuevas tecnologías, sino recuperar una visión ecosistémica que nos permita mantener la integridad de los sistemas naturales, agrícolas y climáticos. El agronegocio debe adaptarse a esta visión y abrir espacios a otras visiones ecológicas, no a modo de apéndice del modelo agroindustrial, sino de modo complementario, simétrico, sin imposiciones y reconociendo el tiempo de permitir a estas visiones ecosistémicas de guiar la práctica agrícola.
http://www.redes.org.uy/2007/02/27/declaracion-final-del-foro-mundial-de-soberania-alimentaria/,http://www.nyeleni.org/spip.php?article291,http://www.grain.org/biodiversidad/?id=472,www.revistapueblos.org/spip.php?article627
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Abril 14, 2010 a 5:09 pm
José Sucre
Como Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras creemos que estas ACCIONES se deberían tomar en cuenta para avanzar hacia la seguridad y soberanía alimentaria en el marco de la Conferencia de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra:
1. Reconocer que la agricultura tiene una enorme potencial para mitigar el cambio climático.
Si bien es cierto que la agricultura es una fuente importante de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), cerca de un tercio del calentamiento de la atmósfera y el cambio climático obedece a la agricultura, no es menos cierto que las prácticas agrícolas sostenibles ofrecen importantes opurtunidades para mitigar las emisiones de GEI y al mismo tiempo, incrementar la productividad agrícola.
La retención de carbono en los suelos, a través de una reducción del laboreo, la mejor gestión de los pastizales y la restauración de tierras degradadas, supone la mayor parte del potencial de mitigación en la agricultura. Además de la necesidad de fomentar un uso más eficiente de los fertilizantes, una mejor gestión de los recursos hídricos, plantar árboles, la alternancia de forrajes y el uso sostenible de la diversidad genética animal.
2. Ver en la agricultura una actividad multifuncional e integral.
La agricultura no sólo produce alimentos, medicinas, materiales, fibras, etc., y puede reciclar efectivamente los desechos de restauración del suelo, sino que además protege la biodiversidad, los suelos, las fuentes de agua. La agricultura tienen también un valor adicional cultural, paisajístico y de bienestar para la gente, más allá de su necesidad de alimento. Por último es un depósito de conocimiento acumulado durante generaciones que no podemos arriesgarnos a perder.
3. Fomentar y fortalecer la producción ecológica y la agricultura campesina.
La producción ecológica y la agricultura campesina es una medida de adaptación a los efectos del cambio climático. Ambas pueden aumentar la producción de alimentos y reducir la huella climática de la agricultura, así como desempeñar un papel importante en la restauración y el mantenimiento de los ecosistemas. Estas prácticas reivindican la necesidad de cambiar nuestro estilo de vida para mantenernos en consonancia con la capacidad ecológica de la Tierra.
4. Proteger la agricultura familiar respetando sus usos y costumbres.
La agricultura familiar fue y es la base de la producción agropecuaria para el abastecimiento de los alimentos para el autoconsumo familiar, quienes realizan actividades agropecuarias y forestales respetando a la madre tierra por intermedio de actos rituales y ceremonias durante el ciclo productivo, haciendo uso de sistemas de producción como las aynocas, terrazas, sukakollos y otros, logrando la recuperación natural de la fertilidad de suelos y el diálogo permanente con la madre tierra, que son reflejadas en los saberes locales de los pueblos.
5. Recoger, promover y globalizar las prácticas armónicas con la naturaleza de los pueblos indígenas
Los pueblos indígenas, originarios y campesinos desde la antigüedad han sabido convivir en armonía con la naturaleza, lo cual ha significado la conservación del medio ambiente en las comunidades del área rural y buenas prácticas de uso de los recursos naturales, permitiendo un desarrollo armónico con la Pachamama. Es imperativo impulsar y promover la visión, prácticas y relacionamiento de los pueblos indígenas en armonía con la naturaleza, y compartir sus propuestas sobre cambio climático y defensa de la Madre Tierra.
6. Garantizar el acceso equitativo de la población mundial al alimento mediante la desmercantilización de la producción y comercio de los alimentos.
Los estados del mundo deben garantizar el acceso equitativo a la alimentación de sus pueblos a un precio y comercio justo para alcanzar la seguridad y soberanía alimentaria. Asimismo se debe priorizar el abastecimiento de la alimentación del mercado interno, antes que la exportación de los alimentos.
7. Exigir el acceso equitativo al recurso tierra priorizando el uso de la misma para la producción sostenible de alimentos.
Los estados del mundo deben garantizar el acceso equitativo a la tenencia de tierras y la eliminación del latifundio improductivo y de producción agroindustrial insostenible. Si el acceso a la tierra no se reconoce como un derecho básico y nos supeditamos a los caprichos del mercado y grupos de poder, se seguirán desgarrando las relaciones entre las comunidades locales y su tierra, conduciéndonos a la pérdida de los conocimientos sobre el manejo de la tierra.
8. Demandar un acceso equitativo al recurso agua como derecho humano y patrimonio público fundamentado en su uso sostenible y racional.
Los estados del mundo deben garantizar el acceso equitativo al recurso agua como derecho humano y bien de derecho público, fundamentado en el uso y aprovechamiento sostenible .
9. No permitir la utilización del recurso suelo para la producción de agrocombustibles por atentar contra la seguridad alimentaria.
El uso de la tierra debe permitir la producción alimentaria sostenible que garantice la seguridad, soberanía y disponibilidad de alimentos para el pueblo en su conjunto, y no así para el enriquecimiento de unos pocos.
La producción de agrocombustibles solo sirve a los intereses del mercantilismo global, atentando a la seguridad alimentaria, al envenenamiento del suelo y a la desaparición de los bosques.
10. Desmonopolizar patentes de tecnologías para facilitar su acceso equitativo.
Las empresas transnacionales siempre ha hecho el uso y abuso de los recursos biogenéticos en beneficio de unos cuantos sin respetar el origen de esa riqueza genética, la cual debe ser revertida y ser empleada en beneficio de los países proveedores de los bioinsumos utilizados para el mejoramiento genético para la producción agropecuaria y forestal.
11. Exigir la conservación, protección y reposición del bosque.
Promover políticas y programas específicos para la conservación, protección y reposición de bosques con fines de mitigación y adaptación. La conservación y protección a través de un manejo integrado sostenible que garantice la permanencia y convivencia de los pueblos indígenas, la reposición a través de programas de plantaciones de forestación y reforestación con fines de uso, manejo, recuperación y protección.
Los estados del mundo que poseen ecosistemas de bosques deben establecer mecanismos estrictos de restricción de deforestación de bosques y fortalecer la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación – REDD – como medida de mitigación de Gases de Efecto Invernadero y adaptación a los efectos del cambio climático global. La reducción de las emisiones de la deforestación y degradación de bosques debe estar basada en un mecanismo de compensación directa de países industrializados a países en vías de desarrollo.
12. Promover la conservación y protección de los recursos genéticos de variedades, razas y/o ecotipos cultivadas en sistemas tradicionales de cultivo ante la amenaza de apropiación genética de empresas transnacionales.
Los estados del mundo deben conservar los recursos genéticos de especies silvestres, nativas, cultivadas, arvenses compañeras y formas regresivas en sistemas tradicionales de cultivo y los bancos de germoplasma y, proteger de la apropiación genética de los grandes transnacionales de países industrializados, con la finalidad de restaurar el patrimonio genético para la adaptación al cambio climático y la seguridad y soberanía alimentaria.
13. Reevaluar y rediseñar el rol, objetivos y resultados de las Entidades Financieras en el ámbito de apoyo en temas de seguridad y soberanía alimentaria.
Se deben modificar las políticas de las entidades financieras, promoviendo el acceso a sistemas crediticios, operativamente funcionales con tasas de interés justas y equitativas para implementar programas y proyectos agrícolas para la seguridad alimentaria.
14. Diseñar un mecanismo financiero integral a favor de los países vulnerables y afectados por los efectos del cambio climático como pago de la deuda ecológica.
Los países industrializados del mundo son directos responsables de los daños causados al planeta tierra y deben compensar y pagar la deuda histórica y ecológica de manera directa a los países más afectados y vulnerables a los efectos del cambio climático.
Los fondos deben permitir la adaptación y mitigación de los países vulnerables y afectados por los efectos de los cambios climáticos ocasionados principalmente por los países industrializados.
15. Tomar responsabilidad en la conservación de los recursos naturales, la biodiversidad y los recursos genéticos como un seguro natural para la alimentación futura del ser humano.
Promover la conservación de la Biodiversidad a través de la creación de bancos de germoplasma de especies priorizadas y el apoyo a investigaciones genéticas para la obtención de nuevas variedades, para incrementar la producción y calidad de los alimentos. Asimismo, los estados del mundo deben garantizar el reconocimiento y la protección de los conocimientos, saberes locales y tecnologías ancestrales y los recursos genéticos conservados, para el bien común de las comunidades poseedoras.
Abril 15, 2010 a 9:50 am
José Sucre
VERDADES QUE INCOMODAN
Es imperativo reconocer que la Madre Tierra está enferma y la vida en el planeta entero está en peligro de extinción, que el Calentamiento Global está ocasionando cambios dramáticos y bruscos en el clima;
Preocupa en extremo el retroceso de glaciares, olas extremas de frío y calor, aumento en la frecuencia de inundaciones, aumento de incendios forestales, pérdida de biodiversidad, proliferación de enfermedades y plagas, desertificación y degradación de los suelos, cambios en fechas de siembra y cosecha, reducción de la productividad del ganado lechero y de los cultivos de invierno y problemas con la disponibilidad del agua para riego;
La paz mundial está condicionada al respeto del medio ambiente cuya salvaguardia es hoy esencial e indispensable para la convivencia pacífica de la humanidad;
El cambio climático es un tema transversal que requiere la atención de todos y cada uno de los sectores de la sociedad, necesitándose medidas de planificación de corto, mediano y largo plazo;
El Acuerdo de Copenhague sobre Cambio Climático ha sido un fracaso, sin carácter vinculante, limitándose a una débil declaración política, expresión de buenas intenciones sin compromisos de acción real;
Existe la necesidad de tener un acuerdo global justo, ambicioso y vinculante que tiene que ser firmado por los líderes políticos mundiales en la Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático que va a celebrarse a finales de 2010 en México;
Los actuales países industrializados tienen una deuda ecológica histórica con la Madre Tierra a raíz de sus procesos de industrialización salvajes en el pasado y presente;
Urge cambiar el sistema de desarrollo capitalista por un sistema basado en la complementariedad, la solidaridad y la armonía entre los pueblos y la naturaleza;
La agricultura juega un papel importante en el cambio climático y de que unas prácticas agrícolas adecuadas contribuyen a mitigar el calentamiento global;
Abril 15, 2010 a 2:43 pm
Estefan Andersson
MATERIAL DE CONTEXTO PARA LOS GRUPOS DE TRABAJO
Algunos datos, reflexiones e ideas base como referencia y punto de partida para coadyuvar, facilitar y orientar el debate y la construcción de análisis, propuestas y soluciones
GRUPO 17: Agricultura y soberanía alimentaria
Causas estructurales de la crisis alimentaria a base del crecimiento económico como causa de la Revolución Verde
Algunos elementos sobre una producción armónica en el marco de la soberanía alimentaria
Algunas medidas de soberanía alimentaria frente al cambio climático
A. CRECIMIENTO ECONÓMICO CAUSA DE LA REVOLUCIÓN VERDE
Agrocombustibles responsables de crisis alimentaria
Estamos viviendo una crisis alimentaria que amenaza el costo y la disponibilidad de alimentos a razón de que éstos no se producen para el bienestar humano ni por las necesidades de la población sino que su producción está dirigida por las presiones del mercado, la especulación y rentabilidad de las grandes productoras y comercializadoras de alimentos.
Entre las causas determinantes de esta crisis y del encarecimiento de los productos, está el rápido aumento de la demanda de energía generada por medio de agrocombustibles y la creciente producción de éstos, promovida por las potencias. Responsable en gran medida del 65% del alza de los precios de los alimentos, la producción de agrocombustibles destruye y niega a nuestros pueblos el acceso al alimento, al destinar tierra, agua y otros recursos a otros fines que a la producción de alimentos, como en Estados Unidos en 2007 cuando baja la producción en primer lugar de la soya por el aumento significativo de la producción del maíz para etanol.
A parte de la demanda de agrocombustibles, influirán en los precios a largo plazo las insuficiencias de producción agrícola ocasionadas por el cambio climático y el impacto de éste sobre su rendimiento en varias regiones agrícolas del planeta. Igualmente, son afectados por las limitaciones de agua y tierras, la intensificación de la urbanización y la adopción de nuevas tecnologías costosas, como también por la reducción gradual de las reservas mundiales de alimentos, especialmente de los cereales, que se han reducido en un 3,4 % anual desde mediados de los 90, porque el rápido aumento de la demanda de alimentos no ha podido ser cubierta por un crecimiento de la producción per cápita en apenas un 1,1 por ciento en nueve años. Para 2008, se previó que las reservas mundiales de cereales se reduzcan en un 5% más, llegando al nivel más bajo de los últimos 25 años.
Arruinan la producción en nuestros países
También afecta los precios y la disponibilidad de alimentos, en particular en los países del Sur la demanda de alimentos de los países del Norte, de Estados Unidos, Europa, Japón. Con el fin de asegurar su propia seguridad alimentaria y su estilo de vida consumista, esos países buscan producir sus alimentos en cualquier parte del mundo donde puedan producir lo más rentable posible en el marco de la globalización y la economía de libre mercado liberal. Es decir, cuando se lo puedan hacer en Bolivia, van a producirlos en Bolivia e importarlos de Bolivia, o en cualquiera de nuestros países, sin interesarle si eso afectaría el equilibrio natural de nuestros territorios, la soberanía alimentaria o el acceso a la alimentación de nuestros pueblos.
Junto a las políticas de acceso a los mercados europeos y de los países enriquecidos en general, tanto esta demanda de alimentos de los países del Norte para abastecer a sus centros urbanos y asegurar el flujo de alimentos y agrocombustibles como su apoyo a cualquier cantidad de programas de promoción a la aplicación de fertilizantes y plaguicidas, encaminan la economía de nuestros países hacia la vía del desarrollo.
De la misma manera, empuja nuestra práctica agraria hacia una producción industrial, causando que en los paisajes rurales del Sur predominen las grandes plantaciones de monocultivos y la exportación de productos agrícolas (soya, quinua, azúcar, carne, productos marinos, flores y vegetales), que consumen más tierras, más agua, más suelos, profundizando literalmente la escasez del agua al ser generalizados el riego y la captación de aguas subterráneas.
Ejemplos de esa producción agroindustrial muy intensiva en monocultivos son tanto las zonas de plátano, banano y piña en países como Costa Rica y la expansión de la soya en América del Sur, donde las empresas transnacionales nos hacen seguir produciendo para al consumo de lujo de los países y sectores enriquecidos de la población mundial, y no para las comunidades y la población que necesitamos alimentarnos.
La revolución verde arriesga la producción agrícola mundial
La agricultura intensiva en monocultivos se basa en el robo a las zonas forestales, a la naturaleza, a la Pachamama, afectando fuertemente a la Madre Tierra y su capacidad de autorregulación de la vida y el equilibrio natural. Roba su variedad de especies, su capacidad para conservar aguas y suelo, su protección contra las inundaciones y la sequía. Basada en insumos fósiles y energías contaminantes, oculta consecuencias como la contaminación a través del uso de fertilizantes, pesticidas y petróleo y la invasión a zonas naturales de gran variedad de especies, etc.
Esa agricultura es una de las mayores causas de la probable desaparición irreversible de 50% de las especies de plantas, animales y espacios naturales durante las próximas décadas y la intensificación del calentamiento global, donde la producción de agrocombustibles pueda acelerar el calentamiento global peor que la gasolina.
Convertir un bosque en una pradera para el pasto o en un monocultivo de soya u otros productos para materia prima industrial, genera ingresos y crecimiento que, engrosando las arcas de un puñado de empresas agroindustriales, se basan en un robo que empobrece las tierras que en el pasado eran fértiles, agotándolas de nutrientes mucho más rápido de lo que puedan ser reemplazados. Para poder seguir aumentando la producción total, vamos a seguir poniendo en peligro la capacidad productiva de la tierra, arriesgando a largo plazo la producción agrícola mundial y el futuro del planeta.
Riego con agua subterránea tiene un precio alto
En Brasil, el avance del agronegocio, sobre todo en el Planalto Central con sus enormes extensiones de tierras planas, no tuviera el éxito económico de corto plazo si no hubieran sido desarrolladas las técnicas de captación de agua a grandes profundidades, que hicieran posible cultivar aquellas regiones antes ocupadas por los cerrados (sabanas). Allí, el agua captada en las llanuras por esas técnicas del agronegocio rebasa el manto freático, haciendo secar ríos, lagunas, matorrales y pantanos en una zona donde toda una rica y diversificada (agri)cultura campesina se desarrolla históricamente, zona que heredó las mayores reservas hídricas del país y de donde parten importantes ríos hacia diferentes cuencas hidrográficas brasileras.
Aumentar el área de tierras para la agricultura a través del riego con agua subterránea, tiene un precio alto. Como numerosas cuencas fluviales en las principales regiones productoras de alimentos son explotadas de manera intensiva, trabajan ya al límite de sus recursos básicos, causando el incremento en la extracción del agua bajar el nivel de este vital líquido en muchas partes del mundo.
Como resultado de esta sobreexplotación, un 15 al 35 por ciento de las extracciones para riego en el mundo ya no son sostenibles y cerca de 20% de los suelos irrigados se han salinizado, es decir, se han vuelto inutilizables para la agricultura. Aún así, se prevé que la demanda mundial de riego aumentará entre el 5 y el 20 por ciento las próximas décadas como repercusión del cambio climático.
La agricultura intensiva es un robo a las comunidades
La agricultura intensiva es también un robo a las comunidades rurales de sus fuentes de alimento, forraje, combustible, fibra textil y medicinas, beneficiando apenas a un limitado número de personas que consiguen trabajo en ese sector, mientras las comunidades campesinos indígenas y la sociedad en su conjunto tienen que pagar su precio con creciente dependencia, pobreza y hambre, ya que por cada puesto de trabajo que se crea, quince se destruyen en las comunidades.
Usar los escasos recursos naturales, la tierra y el agua para los productos de exportación, viola la soberanía alimentaria y la vida comunal en nuestras comunidades al impedir a éstas usar la agricultura y sus propios recursos para satisfacer sus necesidades de alimentos, en primer lugar de cultivar y consumir los alimentos de producción propia que tradicionalmente consumíamos en las comunidades.
Por ganar más, vendiendo los alimentos afuera a precios altos, ya no consumimos los alimentos de exportación (soya, quinua, etc.), sino nos hemos conformado con consumir productos importados de menor valor alimenticio como el arroz y la harina empobrecida de trigo transformado en pan, fideo o pasta. Son alimentos que nos han impuesto por medio de ayuda alimenticia o la importación de productos subvencionados por los gobiernos europeos y norteamericanos. Con estas subvenciones, los agricultores de estos países pueden ir a vender sus productos en Mongolia, en Africa o en cualquier parte del mundo, arruinando la producción agrícola de nuestras comunidades.
En la medida en que el cambio climático haga aumentar la frecuencia de la sequía y las inundaciones, sobre todo en una gran parte de las regiones tropicales áridas y semiáridas, que afrontarán una disminución de las lluvias y el flujo de agua en ríos y vertientes, será más difícil para los agricultores prever el suministro de agua, lo que se volverá una amenaza a la seguridad alimentaria en los países de esas regiones que más inseguridad alimentaria sufrimos.
La agricultura de secano será la más afectada. En las zonas marginales semiáridas donde hay prolongadas estaciones secas, habrá mayor riesgo de que se malogren las cosechas. Donde no se puede asegurar la estabilidad de la producción, la población tendrá que emigrar. Para el año 2020, hasta 250 millones de habitantes de África subsahariana afrontarán escasez de agua, y en algunos países la producción de alimentos podría reducirse a la mitad.
Crecimiento económico roba y crea escasez
En este contexto, el crecimiento económico es lo que impone a la agricultura intensiva el robo a la naturaleza y a las personas. La ilusión del crecimiento encubre ese robo, oculta la creación de una escasez que en realidad destruye más de lo que se produce aunque se dice que se está dando más. El crecimiento económico en la agricultura ha creado tres tipos de escasez:
1. escasez de recursos, al utilizar más recursos que la agricultura tradicional para producir menos alimentos. Los nitratos vertidos en ríos y aguas subterráneas contaminan y obstruyen los espacios naturales.
2. escasez de trabajo y medios de vida, pues se expulsa a los campesinos e indígenas de sus tierras.
3. escasez de alimentos sanos y soberanía alimentaria, cuando la producción va a la exportación y no a las comunidades.
Si no hay capacidad de tratar estas escaseces, no se resuelve el problema de la producción, sólo se ponen parches y no soluciones. La lógica de crecimiento nos ha llevado inclusive a creer que el desarrollo, sea sostenible o no, es la salvación de la humanidad y nos ayudará a vivir mejor. Pero, como el desarrollo y el crecimiento económico dependen del uso cada vez mayor de energía, en primer lugar del petróleo, sin petróleo no hay desarrollo Y mientras el desarrollo, con o sin petróleo, significa antidesarrollo que provoca grandes desequilibrios, no solamente entre las personas, sino también entre el hombre y la naturaleza, la mamada del desarrollo sostenible impide reconocer que nos estamos introduciendo en el desierto sin vida que queda tras los pasos del consumo.
B. SOBERANÍA ALIMENTARIA Y PRODUCCIÓN ARMÓNICA
Combinación natural de plantas
Los empresarios han creado un mito, según el cual la agricultura intensiva e industrial es necesaria para que se produzcan más alimentos y se reduzca el hambre en el mundo, indicando que las pequeñas explotaciones de producción agrícola no sean tan productivas que puedan alimentar el mundo.
Por ser ciegos ante los peligros de este modelo de agricultura intensiva, siguen empeñados en quedarse en la vía de la revolución verde, que en su producción por medio de monocultivos usan tanto tractores, cosechadoras, insecticidas, pesticidas, abono industrial como otros insumos fósiles y energías contaminantes, aunque desde los años 70 ya está claro que esta revolución agrícola no es una solución a largo plazo, ya que poco a poco está bajando la producción de las tierras donde en el mundo se ha estado implementando. Por más fertilizantes, por más químicos que se les echa, esas tierras están tan agotadas que ya no producen más, sino poquito a poco nuestras formas de vida tradicional se volvieran muy vulnerables.
Pero, como la combinación natural de múltiples plantas en cultivos simultáneos produce más variedades, enriquece la fertilidad de la tierra con cada nueva cosecha y da un uso mucho más eficaz de los recursos de la naturaleza, del agua, el sol, etc., lo único que explica que la productividad promedio en nuestras comunidades todavía sea más baja que la de los monocultivos, es que nuestras comunidades hemos sido expulsadas hacia tierras marginales en el proceso de colonización y destrucción de la vida comunal.
La agricultura familiar, campesina y comunal emplea menos de la mitad de la energía que la industrial para obtener la misma cantidad de calorías en forma de alimentos. Para obtener una caloría de carne, en la agricultura industrial se necesita aplicar diez calorías de energía frente a una o dos en la tradicional. La papa transgénica que se cultiva en Sucre y Potosí es menos productiva y menos rentable en los mercados locales que las variedades de papa tradicional que son más buscadas por la gente.
Reincorporando la agricultura a las comunidades
En este sentido, las grandes explotaciones y los monocultivos de la agroindustria intensiva son mucho menos productivos y menos rentables a largo plazo que las prácticas agropecuarias y tecnologías milenarias en nuestras comunidades campesinas indígenas, que son parte de nuestras formas de vida tradicional y comunal en equilibrio con la naturaleza, que no sobreexplota, desnutre o envenena las tierras y aguas ni provoca tantas plagas.
Reincorporando la agricultura a las comunidades, a la madre naturaleza, y al cultivo de las necesidades básicas de alimentos de alto valor nutritivo en tierras fértiles, las comunidades podamos lograr a largo plazo una productividad total de nuestras prácticas agropecuarias dos a tres veces mayor que la de las grandes plantaciones de monocultivos de la agricultura intensiva, por lo que no hay duda en que podamos devolver al planeta su fertilidad y lograr una productividad del sistema alimentaria mundial en armonía con la madre naturaleza que garantice la alimentación para todos los seres del mundo.
Y no tenemos por qué preocuparnos por la mayor cantidad de mano de obra, que requieran nuestras prácticas agropecuarias, o más bien manos comunitarias potenciadas por la energía comunal, porque somos suficientes, cuando todavía estamos en el campo más de 40 o 50% de la población activa en la mayoría de los países.
A base de ciclos cerrados
Para volver a encajarnos armoniosamente en la vida natural, de reinsertarnos en su equilibrio, es necesario reconstruir nuestra forma de vida y uso de recursos naturales conforme los principios de la vida y el saber de la madre naturaleza, aprendiendo de ella, no porque sea una “maestra moral”, sino porque se ha conservado perfectamente equilibrada luego de cuatro mil millones de años de vida, autorreparación, reajuste continuo de su complejísimo funcionamiento y adaptación mutua entre todos sus seres.
Gracias a sus propios mecanismos de autorregulación de la vida, la madre naturaleza mantiene una estabilidad dinámica que, sin volverse estática, es cíclica, totalmente renovable y autorreproductiva. Su fuente de energía es inagotable en términos humanos: la energía solar en sus diversas manifestaciones, incluyendo el viento y las olas. Funciona a base de ciclos cerrados de materia, en los cuales todos sus desechos se reciclan en un proceso donde cada residuo se convierte en la materia prima de otro, cerrando los ciclos. Al contrario, los flujos de materia y de energía del desarrollo occidental son de naturaleza lineal, donde los ciclos no se cierran sino dejan los recursos desconectados de los residuos.
En concreto, la madre naturaleza:
1. Funciona a partir de la luz solar sin usar más energía que la indispensable.
2. Reciclando todo conforme su propia autorregulación, se mantiene dentro los límites de su capacidad de subsistencia sin dar lugar a excesos.
3. Aprendiendo de su contorno, cuida tanto el equilibrio entre las múltiples variedades de especies como la vida de las generaciones futuras.
Uso respetuoso de las riquezas de nuestra Madre Tierra
Tomando en cuenta esta vivencia de la madre naturaleza, significa lograr una reducción económica a nivel mundial hacia un Vivir Bien que nos llevará a mantener una producción material que proteja la naturaleza, una producción y una agricultura cercana a la población, asegurando que tanto nuestro uso de tecnologías como consumo de materia y energía deje una huella ecológica igual o inferior a un planeta. La maniática aceleración que experimentan las sociedades industriales y el vicio salvaje del usar y botar se opone frontalmente a la duración y la perdurabilidad que caracteriza a una sociedad en armonía con la naturaleza.
Aprendiendo de la naturaleza y de su funcionamiento, podemos sugerir estos principios básicos para la reconstrucción tanto de una economía como de modelos de producción en armonía con la madre naturaleza:
1. Reinsertarnos dentro los límites de la capacidad del planeta Tierra de sostenernos, usando la luz solar por medio de la fotosíntesis como fuente principal de energía
2. Cerrar los ciclos de materiales y no transportarlos demasiado lejos
3. Respetar el equilibrio entre las múltiples variedades de especies, evitando los organismos transgénicos y contaminantes.
Tomando en cuenta las asimetrías Norte Sur y Sur Norte, podamos impulsar una economía que defienda la vida a largo plazo y construya un Vivir Bien para todos de abundancia, paz y soberanía local y regional, donde compartamos de manera equilibrada los recursos globales y locales entre las naciones del mundo en armonía con la naturaleza y dentro los límites que su salud y recursos permitan.
Nuestra riqueza económica y espiritual está ligada directamente al uso respetuoso de las riquezas que nuestra Pachamama, nuestra Madre Tierra, nos quiere entregar. No hiriéndola ni depredándola, para que siempre tengamos algo que comer y seguir viviendo como naciones, construyamos una vida de abundancia en armonía Hombre-Naturaleza.
Partamos de la experiencia de nuestras comunidades indígenas originarias, donde:
hacemos valer el equilibrio y la convivencia entre el hombre y la naturaleza, la recuperación y uso sustentable de los Recursos Naturales,
en contraposición con la explotación irracional de éstos;
Soberanía Alimentaria para no depender de nadie
Con iniciativas propias desde las comunidades y también con apoyo desde nuestros gobiernos propios, fortalezcamos la producción y el consumo de nuestra propia comida, vestimenta, herramientas y demás necesidades. Generemos economías locales fuertes, poniendo los recursos en manos de las comunidades y reforzando la Cultura de la Vida y las prácticas agropecuarias que son parte de la vida tradicional de las comunidades campesinas e indígenas.
Aseguremos la Soberanía Alimentaria, priorizando los cultivos nativos, el consumo interno y las economías comunitarias, tanto respecto a productos de procedencia de la propia comunidad como los conseguidos por medio del intercambio entre las diferentes alturas (pisos ecológicos), donde la comunidad y el acceso a todos los recursos aseguran tanto el respeto a nuestra propia cultura en equilibrio con la naturaleza como la alimentación para toda la población.
Con la Soberanía Alimentaria, las comunidades definiremos nuestras propias políticas de producción, distribución y consumo de alimentos sanos y limpios de contaminación en una producción altamente productiva y diversificada basada en tecnologías equilibradas con la naturaleza.
Poniendo más valor en el bien del largo plazo que en la generación de riqueza que hace caso omiso a las próximas generaciones, podamos asegurar a nosotros mismos, a nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos y los que vengan después una vida saludable en equilibrio con la naturaleza.
Como nuestros antepasados, viviremos de todas las riquezas y prácticas agropecuarias comunales que nos legaron para satisfacer las necesidades de nuestras comunidades, para lograr la autosuficiencia comunal y nacional, el no depender de nadie.
Partamos de la experiencia de nuestras comunidades indígenas originarias, donde:
garantizamos la vida para nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos y los que vengan después, salvando al planeta a partir de nuestra piedra y nuestras kheñuas, nuestra quinua, papa y yuca, nuestros frijoles, habas y choclos, nuestra mara, oca, coco y coca,
más que desgastar la tierra, depredar la naturaleza y dentro de 30 a 50 años acabar con el petróleo, el gas, el hierro, el estaño, el litio y todos los otros recursos naturales no renovables, necesarios para el “desarrollo moderno”, sea “sostenible” o no sostenible, “armónico” o no armónico, con o sin “identidad y cultura”.
Nuestro alimento es nuestra medicina
Frente al crecimiento de un consumo cada vez más manipulado, nos toca impulsar la reconstrucción de la producción y consumo de alimentos domésticos, sanos, que no nos esclavicen a las tiendas de autoservicio y comida basura, ni a enfermedades degenerativas como la diabetes, los problemas del corazón o el cáncer.
Tenemos que asegurar una alimentación nutritiva, basada en el vasto conocimiento indígena e integrada por abundantes alimentos sanos libres de químicos, alimentos que nos mantengan sanos, nos aseguren una vida sana, poniendo el énfasis en la cuidado de nuestra propia salud a través de una adecuada alimentación a partir de cómo siempre nos hemos mantenido sanos en las comunidades, donde la salud de la comunidad y la mente es tan importante como la del cuerpo.
Más que autoengañarnos con medidas protectoras a cuerpos indefensos y enfermos como son los barbijos inútiles y medidas de aislamiento e higiene para combatir el surgimiento de nuevas y viejas enfermedades, artificiales o no, como la gripe porcina, nos toca reforzar las defensas y la resistencia del cuerpo a través de una alimentación nutritiva y suficiente, no solamente a las nuevas enfermedades sino también a viejos flagelos ocasionados por bajas defensas, desnutrición e inadecuada alimentación, como el gripe normal, neumonía, pulmonía, diarreas y otras.
Como nuestro alimento es nuestra medicina, nos toca recuperar nuestros alimentos propios que ya no valoramos. Ahora ya no nos alimentamos, sólo comemos. No es igual comer que alimentarse. Decimos, es hora de comer, iremos a comer. Ya no decimos, iremos a alimentarnos, y no nos alimentamos.
Tenemos nuestra quinua, que ya no les damos a nuestros hijos. Tenemos el ulluku, tenemos el isañu. Son alimentos que nos puedan garantizar la salud y la soberanía alimentaria. La hoja de coca es uno de los mejores alimentos del planeta tierra. Tiene muchas cualidades alimenticias, medicinales y es parte de nuestra espiritualidad.
Protejamos nuestras propias semillas
El hambre en el mundo no solucionamos con semillas Terminator de la agroindustria, sino recuperando y protegiendo la herencia común de nuestra gran riqueza de semillas ancestrales, guardándolas y haciendo bancos de semillas, combatiendo su usurpación por las grandes empresas transnacionales mediante la propiedad intelectual, los patentes y la utilización de semillas transgénicas a título de incrementar la productividad. La naturaleza no puede ser sometida a los caprichos de un laboratorio de alimentos genéticamente modificados que acaban con nuestras semillas milenarias y nos obliga a depender de la agroindustria.
Sobresalen en este cuidado las mujeres campesinas e indígenas, protectoras tradicionales de las semillas y la soberanía alimentaria, cuidadoras de la variedad natural y la alimentación local y de calidad para nuestras familias. La vida entera de ellas gira tanto en torno a la fertilidad, el cuidado de los niños, el campo, las semillas, el agua, los árboles y los demás recursos como alrededor de la defensa de la cosmovisión.
En muchas comunidades, la semilla es guardada y protegida por la mujer (para que los hombres no la coman), es decir, es ella que garantiza la siembra que viene y se ocupa de la planificación en un sentido amplio. Cuida que las comunidades indígenas campesinas usemos prácticas agropecuarias que son parte de la vida comunal en armonía con la naturaleza, vida que permite cerrar el círculo de las semillas y los insumos dentro de las mismas, salvándonos de la necesidad de comprarlos o importarlos.
Ante la imposición de los cultivos comerciales para exportación en los países del Sur, son justamente las mujeres campesinas e indígenas quienes valoran los cultivos tradicionales. Estos necesitan pocos insumos, están adaptados al medio, son ricos en nutrientes y contribuyen a desarrollar la soberanía y diversidad agrícola local. A la vez que defendemos nuestras formas tradicionales de subsistencia, miles de hombres y mujeres en Los Andes preservamos para la humanidad valiosos conocimientos y recursos genéticos, apoyados en principios básicos de complementariedad y ayuda mutua.
Al haber fracasado el modelo de sociedad impulsado por el hombre occidental, ha fracasado la dudosa racionalidad que rige la expansión de los mercados, que imponen el consumo de bienes de uso único, producidos mediante costosas e insostenibles tecnologías, tanto la mujer como el chacha-warmi desempeña un papel fundamental, papel que se está volviendo cada vez más crucial, cada vez más imprescindible. La sabiduría de ellas constituye una inestimable alternativa, que las generaciones futuras debemos reconocer y salvaguardar para reconstruir un mundo en que las mujeres dejen de ser tratadas como víctimas, donde como chacha-warmi puedan reconstituir su fuerza de DAR VIDA y criar la vida.
A partir de la sabiduría de la mujer
En el mundo andino, la mujer representa a la pachamama, que es la madre tierra poseedora de la fuerza de dar vida y la fuerza de crear la vida y cuidar sus frutos como una buena madre. Por ser la madre que nutre y protege, por estar presente en todas las actividades orientadas a criar la vida, la cría de los niños, la educación de la nueva generación y la revitalización de la cultura, la mujer es valorada como fuente de vida y como base de la organización social.
Así, tanto las mujeres de los pueblos indígenas como el chacha-warmi preservan los saberes en sus genes y transmiten a sus hijas/os los legados del conocimiento y la interacción con la naturaleza, enseñan a interactuar con los seres protectores de las montañas sagradas, los lagos y ríos en la Amazonía, desde el corazón, en interacción con la madre tierra dadora de la vida.
Quién cuida la integridad y la estabilidad interna de la comunidad, es la mujer chacha-warmi. Impulsa una vida sencilla y apegada a la tierra en comunidades o granjas familiares, que son las que han conservado los árboles y la variedad armónica de especies, las que disponen de más agua y que sobreviven mejor. Defienden así la cosmovisión y sostienen culturas y formas de vida en armonía con la naturaleza, enfrentando la discriminación, los programas de ajuste estructural y la pobreza.
Al participar activamente de todos los quehaceres de la comunidad, tanto en el sostenimiento de las prácticas agrícolas como en la valoración de nuestras culturas ancestrales, tanto las mujeres como el chacha-warmi son tan importantes para la comunidad que la misma tierra, la pachamama. Son vinculadas con el alimento fundamental como las abuelas o madres o esposas o hijas de los seres tutelares, las montañas sagradas. Al ser relacionados con lo femenino, el maíz, la papa, las habas, la yuca, la oca, la coca, la quinua, son sagradas y femeninas.
Retomemos nuestras propias tecnologías
Fortalezcamos la herencia común de la variedad de especies de plantas y animales existentes en la Tierra, recuperando nuestra gran riqueza de plantas y especies medicinales, tanto vegetales como animales. Protejamos nuestros recursos para el presente y para las generaciones futuras en todas las comunidades, poniendo fin a la erosión de nuestras tierras y la depredación de la naturaleza, aprovechando y distribuyendo racionalmente nuestras aguas.
Limitemos el uso de agroquímicos al mínimo necesario para sustituirlos con abono natural y control de plagas con plantas y mezcla de cultivos, ya que la agricultura con tracción animal fertiliza la tierra con un excelente estiércol, que no genera residuos y más bien acerca al hombre a la naturaleza.
Volvamos productivas y autosuficientes a nuestras comunidades, basando la producción en nuestras propias tecnologías equilibradas con la naturaleza para mejorar la calidad de nuestros productos. Incentivando el cultivo de aquellos de alto valor nutritivo y curativo, podamos producir alimentos sanos y variados para todos, diversificando los mismos a las necesidades de la población para que no falte comida en las comunidades.
Reconstruyamos el Vivir Bien, retomando nuestras propias tecnologías apropiadas, que no son costosas y pueden quedar bajo la administración, vigilancia y el control comunal, aprovechando nuestros propios fondos financieros provenientes de nuestras propias cajas de ahorro o uniones de crédito. Podemos lograr una autocapacitación, que puede madurar si nos aliamos con investigadores y profesionales que ven con simpatía, acompañamiento y respeto a los procesos de reorganización de los pueblos.
Para eliminar el excesivo consumo de energía ahora propio de la agricultura industrializada, de-industrialicemos la agricultura e impulsemos la reforestación de las tierras expropiadas por ésa, ahora en manos de las empresas estériles. Dando preferencia a las especies nativas, impulsamos la reforestación e implementemos una explotación racional de nuestros bosques.
Retomemos nuestros saberes milenarios y organización comunal con los cuales sabíamos prevenir cualquier catástrofe. Teníamos nuestros depósitos familiares, comunales, regionales y nacionales (sixis, pirwas, qullqas y tampus) llenos para resistirlos, aún si hubiesen durado cinco o diez años. Más, nuestra vida en completa armonía y respeto mutuo con la madre naturaleza, con la Pachamama, no daba lugar a los catástrofes “naturales” ocasionados por la cultura occidental ahora, frente a los cuales somos ahora indefensos, porque han destruido nuestros territorios, ayllus y nuestra organización comunitaria.
Partamos de la experiencia de nuestras comunidades indígenas originarias, donde:
usamos nuestras propias prácticas productivas y nuestra propia tecnología para preservar nuestras tierras,
más que recibir créditos, asistencia técnica y maquinaria foránea, que destruyen nuestra Madre Tierra;
C. DESPERTAR LA ENERGÍA COMUNAL
Con nuestros propios esfuerzos y prácticas
Con el fin de asegurar la Soberanía Alimentaria y la alimentación para toda la población ante a la autodestrucción de la sociedad occidental, causada por el inminente agotamiento del petróleo y la intensificación del cambio climático, han surgido dos propuestas. Uno plantea que nuestros países sean compensados por los países industrializados del Norte causantes de los efectos adversos del cambio climático que sufrimos los países del Sur y el planeta, que atiendan la deuda climática que han adquirido y siguen adquiriendo con nuestros países por no limitar las emisiones históricas y actuales de gases de efecto invernadero. Asimismo, que den cumplimiento real y efectivo a una transferencia de tecnología que sirva para curar a la Madre Tierra y de reconstruir un Vivir Bien que no repita los errores del proceso de industrialización salvaje.
Sin embargo, viendo que los países industrializados hasta ahora muestran poca voluntad de generar financiamiento y transferencia tecnológica para con nuestros países, es muy probable que su voluntad y capacidad económica seguirá disminuyendo al ritmo de la capacidad económica cada vez menor de esos países como resultado del agravamiento de las crisis económicas que conforme todas las proyecciones le espera al mundo y en particular a los países industrializados por la cada vez menor acceso a la energía necesaria para seguir alimentando el crecimiento y el desarrollo.
Asimismo, ante la gran posibilidad que las nuevas tecnologías no nos sirvan a tal grado que esperamos por la gran probabilidad que sean basadas en diseños cada vez más sofisticados que requieran un uso cada vez mayor de energía, agua y materias primas escasas y no muy comunes, como mercurio, silicio, arseniuro y otras con reservas que se encuentran al borde de ser agotadas en el planeta.
Por ello, surge otra propuesta de cómo enfrentar los impactos del cambio climático que, más que basar nuestras esperanzas en limosnas y promesas de ayuda poco confiables desde afuera, sugiere asegurar la Soberanía Alimentaria en nuestros países con nuestros propios esfuerzos, con nuestros propios recursos y prácticas, desde el seno de nuestras comunidades a través de la reconstrucción del Vivir Bien. Es decir, con nuestras propias manos, nuestros propios corazones y nuestras propias cabezas, complementando los esfuerzos propios de nuestras comunidades con prácticas de hermandad entre nuestras naciones hermanas.
A partir de la experiencia de nuestras comunidades soberanas, de la Cultura de la Vida, esta propuesta sugiere despertar la energía comunal, con creatividad, entusiasmo y acción conjunta potenciar la energía comunal desde nuestras comunidades locales y naciones indígenas originarias, para impulsar de manera soberana acciones, programas y planes que lleven a consolidar y reconstruir la vida y las formas de vivencia comunal de nuestros antepasados en armonía con la Madre Tierra, vivencia donde la vida es comunal, armónica y autosuficiente.
Vida en comunidad apegada a la tierra
Por ser las naciones originarias indígenas el reservorio de saberes ancestrales y conocimientos científicos de la vida para defender la vida, la propuesta nos sugiere apropiarnos de esta lucha por revertir los cambios climáticos, protagonizar la reconstrucción del Vivir Bien, un Vivir Bien o Buen Vivir para todos que apunta a vivir bien en comunidad, en hermandad, y especialmente en complementariedad en armonía con la naturaleza dentro los límites del planeta Tierra.
Sugiere un Vivir Bien que apunta a una vivencia en comunidad, que se sustenta en la propiedad comunal y no en la propiedad privada individual, un Vivir Bien apunta a una vivencia apegada a la tierra que defienda la vida y la variedad natural de especies, lo que representa la mejor alternativa al mundo del mercado que camina hacia el desastre económico y la destrucción del equilibrio natural.
La propuesta sugiere a los pueblos de los países industrializados del Norte, que en lugar de buscar consumir cada vez más, ocupar su tiempo en las actividades comunes de la comunidad, recuperar los valores comunales, fortalecer la comunidad y convertirla en una fuente de apoyo social y logístico, de mayor seguridad y felicidad, crear una convivencia comunal donde el consumo y la posesión de objetos materiales sean subordinados a la convivencia humana.
Sugiere partir de la experiencia de nuestras comunidades indígenas originarias, donde:
trabajamos juntos por la sociedad y por nuestras familias, compartiendo, cantando, bailando, tal como seguimos practicando en nuestras comunidades.
más que trabajar de pongo de sol a sol en una chacra o labor individual,
producimos para la comunidad, manteniendo a nuestras familias,
más que alimentar la vida en las ciudades y en los países enriquecidos, produciendo más barato para ellos.
Que la tierra sea para la vida y no para autos de lujo
Con iniciativas propias desde las comunidades y también con apoyo desde apoyo desde nuestros gobiernos propios, nos toca erradicar los monocultivos y aumentar la producción agrícola de productos propios a través de nuestras prácticas agropecuarias propias, asegurar que el alimento agropecuario sea para alimentar a las personas, que la tierra sea para la vida y no para el cultivo de agrocombustibles, para los tanques de combustibles de los autos de lujo, para chatarras.
Para asegurar que nuestra Madre Tierra, nuestra Pachamama, no sea convertida en una mercancía, porque falta gasolina, porque falta diesel, nos toca establecer restricciones a toda conversión de tierras agrícolas que no sea para cultivo de alimentos, así como declarar a nuestras comunidades, aguas, aires, bosques, océanos, hielos marinos, y territorios como Areas Soberanas, libres de industrias extractivas, deforestación y producción de alimentos basadas en químicos como ser los contaminantes, agrocombustibles y organismos genéticamente modificados.
Definidas y dirigidas por nuestros pueblos según leyes tradicionales, estas áreas nos proveerán de los recursos necesarios para la sobrevivencia de nuestras comunidades conforme la vivencia armónica y soberana de nuestros abuelos ante los impactos del cambio climático.
Frente a esta situación, la unidad y la organización es la mejor forma de hacer respetar las tierras comunitarias, así como llevar adelante reformas agrarias para recuperar nuestras tierras, devolverlas a las comunidades que han sido despojadas de sus tierras por los latifundios y la agricultura industrializada. El mejor título, la mejor documentación que podemos tener para poseer tierra, es nuestra organización.
Territorios ancestrales fuente de nuestra identidad
Convirtiendo nuestras comunidades en motor de la construcción de la Vida, podemos revitalizar la vida comunal dentro de los límites de la naturaleza y en armonía con ella, recuperar la vivencia armónica de nuestros antepasados, fortalecer nuestra vida propia y soberana, nuestra identidad y espiritualidad propia, idiomas, patrimonio y tradiciones en nuestras comunidades.
Arraigados en el territorio, podemos organizar juntos nuestra vida productiva y comunal en el campo y en los barrios, manejar los asuntos de la comunidad, producir nuestra propia comida, vestimenta, herramientas y demás necesidades, hacer funcionar la educación, la comunicación y la salud propia, entre todos los comunarios resolver los asuntos de tierras y territorios, de agua, bosques y suelos fértiles, etc.
Rechazando todas las formas de parcelación, privatización, concesión, depredación y contaminación, reconstituyamos nuestros territorios ancestrales como fuente de nuestra identidad, espiritualidad, historia y futuro. Rediseñemos nuestros ambientes urbanos y no urbanos, recuperando los espacios y bienes comunales locales, regionales y nacionales, ejidos, aynuqas y demás espacios comunes.
Soberanía de las comunidades
Partiendo del conocimiento que tenemos de nosotros mismos y con plena conciencia de la responsabilidad que eso implica, impulsemos la consolidación y la reconstrucción de la vida y la soberanía en nuestras comunidades, una soberanía donde NOSOTROS MISMOS definamos qué queremos y cómo queremos vivir nuestras vidas, donde NOSOTROS MISMOS nos pongamos de acuerdo de qué pensar y qué hacer, donde forjemos nuestro destino con nuestras propias manos, nuestros propios corazones y nuestras propias cabezas.
Fortalezcamos la organización propia, encaminando NOSOTROS MISMOS nuestras estrategias de Buen Vivir y gobernando nuestras comunidades y nuestras naciones desde nuestros propios gobiernos comunales. En nuestras comunidades reconstruyamos nuestros lazos y la autonomía de cada pueblo, respetando la consulta y las facultades de todos en nuestras decisiones, en la determinación de nuestros propósitos, de nuestras formas de organización, la planificación conjunta, la asignación de nuestras autoridades.
Asumiendo en la práctica nuestra responsabilidad con la Madre Tierra y con todos los seres, podamos determinar nuestros propios planes para el uso de nuestros territorios y recursos. En el marco de las Leyes de la Naturaleza, podamos crear nuestras propias leyes y reglas sobre manejo de agua, suelos y basura, tener una vigilancia permanente de la calidad del agua, la tierra y el aire.
De esta manera, ningún proyecto y programa específico o norma de desarrollo nacional se pueda construir o implantar en violación a las Leyes de la Naturaleza y sin la consulta de nuestras comunidades y el consentimiento previo, libre e informado, público, en lengua propia, de buena fe, a través de las organizaciones representativas de nuestros pueblos. No puede existir autoridad superior alguna sobre el planeta que afecte las prácticas soberanas y la autodeterminación de nuestras comunidades y naciones dispuestas en las Leyes de la Naturaleza sobre nuestras tierras, territorios, naturaleza y recursos naturales.
Por tanto, partamos de la experiencia de nuestras comunidades indígenas originarias, donde:
decidimos nosotros mismos juntos los asuntos de la comunidad y cómo gobernar el país,
más que dejar que el mercado, como un nuevo patrón, o cualquier organismo estatal o supranacional, nos lo decida;
Producción local para el consumo local
Ante la crisis energética y el cambio climático que nos avecinan, nos toca prevenir no solamente la escasez y los costos cada vez más altos del petróleo para los transportes, sino también sus efectos sobre el abastecimiento de productos agrícolas como la papa, la soya, el arroz, la caña y otros alimentos, que el modelo agrícola occidental irresponsablemente ha hecho depender en su totalidad del petróleo en su producción (tractores, cosechadoras, fertilizantes, insecticidas, pesticidas y otros agroquímicos, como también el sistema internacional de transporte de alimentos, etc.), así como muchos productos industriales y servicios a los que dependemos en nuestro actual modo de vida – autos, plásticos, químicos, medicamentos y otros.
Como el crecimiento económico ya ha condenado al petróleo al agotamiento a medio plazo, volver a una agricultura en armonía con la naturaleza requiere la producción de alimentos a una escala local, respetando los ciclos de regeneración natural y de absorción de desechos, sin afectar el clima ni ser una amenaza a la vida del planeta.
Por tanto, para mantener la viabilidad económica en el futuro a pesar de la crisis energética y el cambio climático que nos avecinan, es necesario cambiar dramáticamente nuestra organización económica, el transporte y la producción, hacia economías locales con administración local y regional, con propiedad local de los medios de producción, priorizando la producción local para el consumo de productos locales, con el uso de nuestra propia labor, saberes y materiales locales, tomando iniciativas organizativas locales que reconozcan, respeten y fortalezcan un Vivir Bien en armonía con la madre naturaleza, manteniéndonos dentro sus límites.
Para el Norte, ello implica sustentar la agricultura esencialmente con recursos de sus propios países, dejando de devastar los países del Sur con el saqueo permanente de nuestros recursos naturales y energéticos.
Intercambio entre nuestras diferentes alturas
Para responder a la vida, las necesidades y la soberanía de nuestras comunidades, ahora que el cambio climático sigue avanzando y el petróleo escasea cada vez más, agotándose en los próximos cinco a quince años sin ofrecernos otra energía que pueda sustituirlo, la propuesta sugiere organizar nuestra producción local y nacional entre regiones autosuficientes para lograr el autosostenimiento de nuestras comunidades, surtiéndonos con producción propia y del intercambio y la distribución de productos entre nuestras comunidades y las diferentes alturas (pisos ecológicos) y regiones de nuestros países, una producción e intercambio para la vida que incluya alimentos locales para el uso interno.
Impulsando la interdependencia entre éstas, produciremos en el territorio la mayoría de nuestras necesidades para no depender de transporte y suministro de recursos desde lejanos lugares, independizándonos tanto de los mercados como de las garantías es¬tatales, especialmente ahora que cada vez más tendremos que contentarnos con ya no contar con la energía barata y abundante a la cual nos hemos acostumbrado.
Organizando economías locales fuertes, que además son más eficientes, impulsemos una economía de abundancia, armonía y paz para todos dentro de los límites que la salud y los recursos del planeta permitan y consolidemos tanto la soberanía de nuestras comunidades como la convivencia y la Cultura de la Vida inclusiva y complementaria en éstas.
En este contexto, asegurar seguridad y soberanía energética requiere una transición rápida hacia el uso de energías alternativas y renovables en pequeña escala orientadas a lo local, de propiedad igualmente local y bajo el control de nuestras comunidades locales. Son energías limpias y amigables con la naturaleza, como ser la energía solar y eólica, hidroeléctrica en pequeña y mediana escala, geotérmica y mareomotriz, agrocombustibles locales, que no afecten el equilibrio natural, amenacen a la vida del planeta ni destruyan a la Madre Tierra.
Pero, aún con una canasta de estas fuentes, el mundo no puede conseguir más energía que la equivalente de 3 a 5 mil millones de barriles de petróleo por año, que es igual a lo que el mundo entero usaba en los años cincuenta con menos de la mitad de la población actual y que corresponde a unos 10 a 20% de los 30 mil millones de barriles que sustentan el actual crecimiento económico y sociedad de consumo.
Este hecho nos coloca en una situación que demanda sociedades esencialmente distintas a la sociedad industrializada que aún soñamos, proyectamos y de manera sobrentendida suponemos que nos espera.
Reconstruir la vida en el campo
Para salvarnos de la autodestrucción de la sociedad occidental a causa de la intensificación del cambio climático, la opresión, la explotación, la contaminación, la inseguridad y los vicios de las grandes ciudades, lugares inhóspitos donde fuimos botados por una cultura dependiente del petróleo, de esa energía barata que está destruyendo a la Pachamama, los que hemos tenido que abandonar nuestras tierras para buscar la vida en las minas, en las ciudades y en el exterior, podemos volver tranquilamente al campo o a pueblos pequeños, reconstruir la vida y la economía en nuestras comunidades, reunirnos con los que se quedaron y con los que todavía no nacen.
Podemos recuperar y revitalizar nuestras comunidades de origen, donde juntos podamos construir un VIVIR BIEN basado en nuestras prácticas culturales y comunales, las riquezas de nuestras comunidades, tierras fértiles, agua y aire limpias, nuestros recursos materiales y humanos que nos pueden permitir atender los sistemas de agua, la basura local, una agricultura sin agroquímicos, evitando también el alto costo energético en el traslado de alimentos y agua del campo a la ciudad.
En el fondo de nosotros mismos están nuestros propios saberes locales, base para la reconstrucción de nuestra autonomía territorial y muy variadas experiencias de vida soberana.
Priorizar el consumo local antes que vender al exterior
En una era de caos climático y recursos menguados en un planeta finito, no es posible seguir dependiendo de una producción orientada a la exportación, sostener enormes volúmenes de transporte global, seguir aumentando siempre el uso de recursos y trayéndolos de mercados externos. Un producto que recorre la mitad del mundo para llegar a su destino, puede ser más barato en costos puramente productivos que otro que se produce en el país. Pero, si tomamos en cuenta los costos ambientales del transporte de dicha mercadería, el consumo de energía y la cantidad de emisiones de carbono que genera, este producto impacta negativamente en la salud del planeta y de la humanidad, por lo que es más sano priorizar el consumo local, de manera que el comercio exterior sea un complemento a lo que se produce localmente.
La crisis alimentaria va a acabar con el libre mercado, porque de ninguna manera podemos privilegiar el mercado externo a costa de la producción nacional. No podemos aceptar que todo sea a favor a las transnacionales, que se exporte afuera cuando la población tiene hambre adentro de los países.
Tampoco podemos aceptar la destrucción de la producción propia de las comunidades a causa de productos importados de las empresas transnacionales a precios artificialmente baratos, subvencionados, que aprovechan las reglas de la liberalización de las importaciones. Ni podemos aceptar empresas transnacionales empeñadas en despojarnos de nuestras tierras, bosques y aguas que destruyen el pequeño y el mediano comercio, que elevan el desempleo, que generan basura nociva y difícilmente destruible, que destruyen la identidad y la memoria de nuestros pueblos.
Ante la necesidad de disminuir tanto el comercio de larga distancia como los movimientos de capital a través de las fronteras, nos toca crear una nueva experiencia, una nueva vivencia, una hermandad entre nuestras comunidades y sociedades que nos enriquezca, trayéndonos conocimientos y prácticas diversas, que fortalezca el cuidado de la naturaleza y la salud de nuestros pueblos.
Partamos de la experiencia de nuestras comunidades indígenas originarias, donde:
alcanzamos un VIVIR BIEN, intercambiando lo que producimos entre nuestras tierras en diferentes alturas, y entre nuestras comunidades y sociedades a nivel nacional, continental y mundial,
más que dejar que nuestra vida siga igual o peor, vendiendo cada vez más barato y comprando cada vez más caro al mercado nacional o extranjero.
Abril 16, 2010 a 7:04 pm
José Sucre
Como Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras de Bolivia proponemos para esta mesa de trabajo que se considere la creación del Seguro Agrícola Universal como destino privilegiado de los recursos que se consigan por resarcimiento para la adaptación al Cambio Climático.